En la primera semana de marzo, sicarios apagaron la vida de la más representativa líder indígena de Honduras, defensora de derechos humanos y las causas medioambientales. El mundo exige que su muerte no quede en la impunidad.
La comunidad indígena lenca de Honduras, es la más extensa y representativa de los grupos aborígenes que aún perviven en el país centroamericano. De acuerdo a sus creencias ancestrales, los espíritus femeninos están en los ríos, y las mujeres son sus principales guardianas.
Por eso es seguro que ahora, el espíritu de Berta Cáceres, hija del pueblo lenca y su más representativa líder y vocera, esté presente en las caudalosas aguas de los ríos hondureños, como testimonio de vida, como confirmación de que su lucha no fue estéril, y que su cuerpo y su legado aún permanecen, vivos por siempre, en la memoria de su pueblo, que hoy le rinde tributo.
Berta fue asesinada en la madrugada del 3 de marzo pasado. Dos sicarios derribaron la puerta de su casa y la cosieron a tiros. Su casa estaba ubicada en un sitio conocido como La Esperanza. Un nombre premonitorio de lo que fue la vida y la lucha de Berta Cáceres, comprometida desde muy joven en acciones por la defensa de la los intereses de las comunidades indígenas y campesinas, en la defensa de la tierra y los recursos naturales que ella guarda.
Defensa de la naturaleza
Nadie velaba por la seguridad de la líder indígena, nadie guardaba su casa, a pesar de que en 2009, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos había pedido al gobierno hondureño medidas cautelares para la protección de Berta, que recibía numerosas amenazas de muerte.
Por su activismo, Berta Cáceres se convirtió en la más importante dirigente indígena de Honduras y su liderazgo trascendió las fronteras de la patria para convertirse en referente en América Latina. En su lucha ancestral, involucró los intereses de obreros y campesinos, de todo su pueblo, víctima de injusticias y exclusiones.
Esa lucha estuvo íntimamente ligada a la defensa del agua, los ríos, los árboles, los animales y todo el ecosistema, que en los últimos años ha sido víctimas de incursiones depredadoras por parte de grandes empresas transnacionales, interesadas en la explotación y saqueo de estas riquezas.
Premio mundial
En los últimos años dirigió sus esfuerzos para evitar la construcción de la represa hidroeléctrica Agua Zarca, que pretendía arrasar con grandes extensiones de bosques y destruir el medio ambiente. Por luchas como esta, Berta Cáceres recibió en abril de 2015 el Premio Medioambiental Goldman, el mayor reconocimiento mundial que se entrega a los activistas medioambientales.
En 1993 fundó el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras, Copinh, del que ocupó, hasta su muerte, el cargo de directora. Cuando fuerzas de derecha, lideradas por grupos de mafiosos y con el apoyo del Departamento de Estado de los Estados Unidos, a la cabeza del cual se encontraba la señora Hillary Clinton, hoy flamante candidata presidencial, propinaron un golpe de Estado contra el presidente Manuel Zelaya, Berta Cáceres tomó el megáfono y anduvo por plazas y calles liderando la resistencia contra los golpistas.
Tras conocerse la noticia de su muerte, un hermano suyo dijo: “Ella defendía la riqueza indígena, los árboles, las aves, el agua, el derecho para que la gente tuviera un vaso, un plato de comida, calzado, etc. Su única arma era su voz”.
Numerosas organizaciones ambientalistas y defensoras de derechos humanos, como Global Witness, Amigos de la Tierra, y en Colombia la recientemente celebrada Cumbre Regional por la Paz en Arauca, condenaron el crimen de quien catalogaron como “una hermosa flor de la humanidad”, y pidieron castigo para sus asesinos.
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