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Yohir Akerman | Por @alejitaCanl

Yohir Akerman | Por @alejitaCanl
La Verdad y la Falsedad por Alfred Stevens, 1857-66.





Cosmética Orgánica | Espíritu orgánico


Por @alejitaCanl



Valga decir para empezar, que estoy presente en redes sociales de manera muy incipiente por lo que considero que no vale la pena exponerme, además no me quiero arriesgar al matoneo. No tengo la valentía de quienes fueron señalados por Yohir Akerman y mi corazón explotaría ante los insultos de la derecha. 

Por la pura curiosidad de estar enterado, consultaba las columnas del señor Yohir Akerman, hasta que se cambió a Cambio y las comenzaron a cobrar. Es decir, caí en cuenta de que al señor Akerman le pagan por escribir lo que uno paga por leer y cuanto más lo lean más dinero entra, lo cual lo ubica en el plano de la competencia por visitas. ¡Vaya dilema estimado Yohir!

Ahora bien, el señor escribió en días pasados una columna en la que califica de Furipetristas a personas que se han manifestado a favor del candidato Gustavo Petro, incluso desde antes de que fuera candidato a la presidencia. Columna que me llegó vía WhatsApp proveniente de grupos de amigos, igual que yo asiduos lectores.

En el escrito, Akerman asegura que ellos y ellas hacen parte de una estructura de “bodega” que, para mi, no está definida, más que por grupos ideológicos - por así llamarlos-, para descalificar las reacciones naturales de millones de personas en Colombia y el mundo, que se expresan a través de la red Twitter. Es decir, poco más o menos de 4.5 millones de personas, de un total aproximado de 50 millones de personas que habitamos nuestro país. 

En comparación, la revista Cambio recibe 3.3 millones de visitas al mes, según una página que consulté. Es decir, solo la revista en la cual escribe Akerman llega a el 65% de las personas a las que llegan todas las cuentas de Twitter juntas. (Aclaro, para mi Cambio es uno de los refugios de los buenos periodistas que quedan en Colombia).



Ojo al dato. Estoy usando los mismos “métodos estadísticos” que usó Akerman para sumar el alcance de las personas que señala en su columna. Sumar sin importar que una persona visite dos o tres veces el sitio.

Hasta acá dos situaciones que bajan del pedestal moral a Akerman. Cobra por escribir y el alcance de sus publicaciones es mayor que todas las cuentas que señaló en su columna y que después quedaron expuestas y en la mira de grupos armados gracias a la derecha, que no desaprovecha oportunidad o se la inventa para destruir sin compasión a sus oponentes. (véase Carlos Pizarro, Luis Carlos Galán, Jaime Garzón, Jorge Eliecer Gaitan).

Otro de los aspectos que rechazo de su columna señor Akerman, es ese atril desde el que pretende hablar. “Las bodegas en las redes sociales son el perfecto ejemplo de no dejar que la verdad o los hechos se atraviesen en una buena pelea.” 

De esta desafortunada frase dos conceptos, bodega y verdad, usados muy desprevenidamente por Akerman. 



El uso de la palabra “bodegas”. Con esto, creo entender que se refiere a una estructura coordinada con división del trabajo. Un quehacer metódico que obedece a una directriz. Hay que tener mucho cuidado pues, como lo dije antes, la palabra bodega ha sido cargada negativa y sectariamente, pues solamente se pretende ofender a una de las partes en la gran discusión de las redes sociales.

Pero, acaso Yohir, con todo respeto, ¿no es esa misma estructura la que usted usa para sus escritos? ¿Acaso no define un tema como premisa y luego, con sus colaboradores, busca los argumentos que la justifiquen? Eso no es bodega. Es un actuar militante en el periodismo, estructurado, y determinado por su pensamiento o su esquema ideológico y que se refleja en una acción concreta. Es decir, se viraliza un mensaje que es acogido o rechazado. Igual que las columnas de opinión. 

Entonces, un grupo de personas que se identifican con un pensamiento, que difunden su expresión y que luego es acompañada por cientos de personas, que no están de acuerdo con una ideología, pero si con otra diferente, ¿son solamente “bodegueros”? No, señor Akerman, son militantes y con ellos y ellas muchos se identifican. 

Segundo, el tema de la verdad. Esta sería una menuda discusión de no existir filosofía que, al parecer, no caló entre sus materias más destacadas. Pero para efectos de esta columna parafraseo a Javier Darío Restrepo (que cita a Heráclito para componer su sinfonía sobre la verdad), quien afirma que las verdades del periodismo no son la última palabra sino la antepenúltima, porque los hechos son cambiantes y se demuestran solamente en una coyuntura específica, al otro día esas verdades ya han cambiado porque la coyuntura es diferente.


Valdría pensar, señor Akerman que se niega a rectificar, si la “verdad” dicha por usted no fue la última palabra, ni la penúltima, sino la antepenúltima, puesto que toda opinión expresada genera otras opiniones, en collage, que son diferentes a la suya. Tal vez en la reacción está otra antepenúltima palabra y la suya pase a ser la trasantepenúltima, lo que nos daría el derecho de que usted rectifique o acepte sus errores ya que cae en cuenta de que usted no es una estatua en un pedestal. ¿o sí lo cree?
Ahora bien, en ese sentido, medios como Semana actúan como bodegas para implantar el mensaje de campaña de Rodolfo Hernández. Lo estamos viendo ahora, los uribistas como Arizabaleta aprovecha también eso para poner en la mira a quienes usted expuso y condenó sin preguntar. Ese señor pide viralizar el mensaje públicamente lo cual puede significar pérdida de vidas humanas, porque ahí los perfiles “fake” que usted señala no van a ser los que sangren por las balas que son reales en esta realidad que usted pasa por alto.

Para terminar o rematar, como usted prefiera decir Yohir. Los miles de personas que salieron a marchar o a tocar cacerolas en el Paro Nacional del año pasado actuaron como bodega, en sus términos, porque viralizaron el mensaje de que las cosas en Colombia no van por buen camino y diezmaron la credibilidad del presidente Duque, la policía y los medios de comunicación que desinformaron, así los 80 asesinados durante ese paro a manos de las fuerzas del Estado.


Los 6402 viralizaron el mensaje de que el Ejército mataba inocentes para presentarlos como “bajas en combate” y diezmaron la credibilidad de esa fuerza. Los más de 20 asesinados por el ESMAD en protestas, desalojos y varios etcéteras, viralizaron el mensaje de que esa fuerza es letal y debe dejar de existir para enfrentar el derecho a la protesta.

Su “última palabra” señor Yohir ya está muy adelante en la fila y esa competencia evidenciada en los primeros párrafos, la está perdiendo eso que usted llama “la verdad” para darle paso a las verdades, múltiples, jóvenes y atrevidas. No se quede del tren o mejor, no se suba al tren de los enemigos del cambio. “La verdad es la hija del tiempo” le dice a usted Kant.



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